La situación social del momento, los peligros ciudadanos de la delincuencia y el enfoque de la legislación y normativa jurídica vigente, nos lleva a un serio examen de la forma correcta de actuar, ya que tenemos una responsabilidad activa derivada de la utilización indiscriminada de nuestros conocimientos marciales y deportivos, pues el uso y abuso de ellos en situaciones normales está penada con la Ley.
Por otra parte ¿nos hemos preguntado en alguna ocasión cómo reaccionaríamos en caso de agresión? ¿Llegaríamos quizá a reaccionar o, por el contrario, nos quedaríamos quietos sin repeler la agresión?
Resulta muy fácil abrir la puerta del portal en nuestra casa en una situación tranquila, pero si lo hacemos con prisa reaccionamos con torpeza, no atinamos a meter la llave por la cerradura e, incluso, se nos puede caer el llavero -con sus llaves- al suelo. Imaginad esa misma situación cuando nos persiguen varios maleantes armados.
El miedo y la sorpresa, si no los superamos instantáneamente, merman las facultades físicas y psíquicas de la persona haciéndonos torpes y vulnerables. El miedo sólo se puede combatir con un entrenamiento serio, encaminado, por una parte, a ejercer el control ante determinadas situaciones y, por otro, a reaccionar ante la acertada violación de unos hechos ya que el miedo, si sabemos encauzar su poder, es bueno, ya que con él aparecen en la sangre unas sustancias hormonales producidas por la corteza y la médula suprarrenal incluidas dentro del grupo de las catecolaminas. Estoy hablando de la adrenalina y de la noradrenalina, las cuales actúan como catalizadores de la velocidad y los reflejos, ya que la velocidad se incrementa y los reflejos se agudizan así como desaparecen los síntomas de cansancio o fatiga, lo cual es un milagro de la evolución ya que todo ello nos conduce a una mejor defensa de la integridad física del sujeto.
Recordad siempre que el hombre acorralado y con miedo es el animal más peligroso que existe.
Nuestros conocimientos marciales y deportivos bien utilizados pueden ser vitales para sacarnos o sacar a otros de apuros, y nos resuelven las situaciones peligrosas, pero en manos torpes e inexpertas pueden crear ocasiones de peligro.
El uso de nuestros conocimientos sólo encuentra justificación en la defensa, propia o ajena, teniendo en cuenta la agresión ilegítima y la necesidad racional, tal y como nos lo recuerda el Ordenamiento Jurídico Español.
Como norma general, para el empleo de nuestros conocimientos tienen que darse tres requisitos indispensables sin los cuales no cabe la justificación legal o moral:
1.- Que exista un medio de agresión. Por medio se entiende cualquier objeto que utilizado contra otro le pueda causar la muerte o lesiones graves. En este punto podemos incluir los casos en que los agresores sean varios, ya que en este caso el medio de la agresión es normalmente insuperable aunque los agresores no porten ningún objeto.
2.- Que exista una oportunidad de usar ese medio.
3.- Que exista una amenaza, la cual puede ser verbal o física.
Existiendo un medio, una oportunidad y una amenaza no tiene que existir necesariamente una proporcionalidad entre el medio utilizado por el agresor y el de la víctima, si se puede optar entre varios sistemas de defensa para repeler la agresión se elegirá, sin duda alguna, el que menor daño físico cause al agresor, dentro de la relativa proporcionalidad que exige la legítima defensa.
Sigue este antiguo consejo que nos enseñaron los Maestros de tiempos pasados: "evita y no tendrás que esquivar, esquiva y no tendrás que bloquear, bloquea y no tendrás que golpear, golpea y no tendrás que herir, hiere y no tendrás que mutilar, mutila y no tendrás que matar, porque toda vida es preciosa y debe ser conservada".
Para que la agresión tenga el suficiente peso ante la Ley ha de ser de tal intensidad y violencia que ponga en grave peligro la vida de él o de los atacados, peligrando la integridad física. Un mero insulto, por fuerte que éste sea no debe desatar la furia de nuestros conocimientos.
El uso de nuestros conocimientos, siempre que sea posible, irá precedido de conminaciones al agresor para que abandone su actitud, existiendo de forma clara un proceso de intimidación progresiva.
En última instancia, ante el fracaso agotado de los medios citados, o cuando por la rapidez de los hechos o por la violencia de la acción, la intimidación no sea posible, se golpeará sobre partes no vitales del agresor, atendiendo siempre el principio de causar el menor daño posible.
Para usar nuestros conocimientos contra un agresor hay que tener la seguridad de que no existe otro medio de evitar la agresión y que ésta sea especialmente grave. Cumpliéndose esto, la eximente sería completa, pero si existe un exceso entre el medio empleado y uso desmedido de nuestros conocimientos, con pérdida de la vida humana o de lesiones graves, cabe la aplicación de eximente incompleta o atenuante.
Quiero dejar bien claro que el uso de nuestros letales conocimientos marciales y deportivos deben estar regidos por la prudencia, la racionalidad y la necesidad que deben imperar siempre; por ello, jamás debemos provocar situaciones que requieran la violencia para ser resueltas, pero si la situación la provocan los demás... deberán atenerse a las consecuencias y la Ley deberá darnos la razón. No defendernos sería tanto como no apretar el gatillo de nuestro rifle cuando nos ataca un tigre que puede destrozarnos por temor a hacerle daño. Ello seria absurdo, ilógico y, lo que es peor, ingenuo.
Cuando decidas golpear, solamente cuando peligre tu integridad física o la de los demás, hazlo sin precipitación y efectuando el número de golpes necesarios, con serenidad, decisión y precisión. Revuelve la situación lo más rápidamente que puedas, haz el menor daño posible, si puedes elegir esta opción, y, por favor, no seas un héroe inútil.
F. Javier Hernández Pérez
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